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18 enero 2016

A la hora de la siesta #1

Por Lucila Yañez

Corría la década del ´80 y la siesta aún se practicaba como si de una religión se tratara. Los adultos yacían inconscientes y los niños gozábamos de esa anarquía vespertina. Mi hermana, cuatro años mayor, desplegaba su espíritu maquiavélico sirviéndose de mi pavota ingenuidad.

#1
Cuestión de identidad
Aún recuerdo mi sorpresa. Ella reforzó su teoría mostrándome fotos carnet de mi supuesta madre biológica que no aportaban ni un ápice de seriedad al asunto.
Amalia, que en realidad era tía de mi madre, tenía 80 años, era bigotuda —prueba de nuestro parecido más contundente que un ADN— y tenía una giba que la hacía avanzar encorvada y con pasos diminutos. Aunque yo la quería muchísimo y éramos compinches, no estaba preparada para que fuera mi madre.
Esa tarde lloré, no estaba triste sólo un poco emocionada.
Compren, compren, compren:


Estábamos en el jardín de casa, Dolores —así se llama el monstruo—, me miró a los ojos fijamente y dijo: “Sos hija de la tía Amalia, pero nosotros decidimos adoptarte”.

Continúa

[Material de BF #4]

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